La Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, recordemos, es un órgano temporal y de carácter extra-judicial, que “busca conocer la Verdad de lo ocurrido y contribuir al esclarecimiento de las violaciones e infracciones, y ofrecer una explicación amplia a toda la sociedad de la complejidad del conflicto; promover el reconocimiento de las víctimas y de las responsabilidades de quienes participaron directa e indirectamente en el conflicto armado; y promover la convivencia en los territorios para garantizar la no repetición”
Para ello nos entregó unas recomendaciones, en un volumen final que recoge 67, pero otras más en los demás volúmenes que dan en total 220, agrupadas en 9 temas que, relacionadas con los hallazgos, busca que este Informe no solo de cuenta de los graves hechos que nos condujeron a décadas de violencia, sino, encontrar alternativas para construir mecanismo de no repetición, superando problemas estructurales y proponiendo una sociedad garante de la justicia social. Allí los responsables de dicha implementación es la sociedad en su conjunto, Estado y sociedad civil que propuestas a corto, mediano y largo plazo, buscan contribuir a un nuevo contrato social de país: a) mantener el Legado de la Comisión de la Verdad, b) materializar la construcción de paz; c) el reconocimiento y reparación de las víctimas, d) consolidación de la democracia; e) asumir una nueva política de seguridad y drogas, f) activar caminos para superar la impunidad y el acceso a la justicia, g) promover un gran diálogo nacional sobre la nueva visión de seguridad del país, h) fortalecer la paz territorial y por último, i) contribuir a la consolidación de la cultura para vivir en paz.
El conflicto armado hizo más difíciles las condiciones de vida de las personas de grupo poblacionales históricamente excluidas y en territorios más periféricos que son escenarios de mayor agudización de la violencia, pero algunos de ellos, lejos de emigrar a las grandes ciudades; le apostaron a expresiones de resistencia y construcción de espacios, a pesar de las adversidades, unos fueron asesinados, otros desaparecidos, otros aleccionados para renegar de su orientación sexual, identidad o expresión de género, pero otros, - desafortunadamente muy pocos- sobreviven, y sin tener un lenguaje sistemático de superación del conflicto, ni de identificar a ciencia cierta el origen de la represión de la que fueron víctimas, hoy le apuestan a completar su ejercicio ciudadano en la realidad de su territorio, su entramado cultural y social.
Proponer construcción de verdad desde la reflexión territorial, para esclarecer la memoria y construir escenarios de paz, nos obliga abrirnos espacio en los entramados culturales, políticos y sociales que hacen que se construya, reconstruya o reconfigure de manera diferente según la realidad del lugar, dejando de ser un espacio monolítico y globalizante, impuesto y en ocasiones cosificado desde el imaginario de lo urbano y desde el lugar de la clase media, y la igualdad legal; desde donde se han planteado la mayoría de las discusiones en Colombia, y hacer la pregunta en el contexto rural, deshabitado por el Estado y con la cultura como espacio de contradicción: (dialéctica pobreza, marginalidad, abandono).
En estos territorios, no centrales, el sujeto que cuestiona los roles de dominación que ha generado la guerra, desde los territorios periféricos; lo hace atravesado por procesos de desarrollo desiguales. Ellos y ellas se reconocen en su vida cotidiana en medio de una gran diversidad cultural, étnica y sexual, que produce múltiples encuentros, desencuentros y debates frente a creencias religiosas y tradiciones con el territorio. Estas sociedades tienen una historia cargada de explotación, de dominación y opresión a quienes consideran rompen moldes preestablecidos. El patriarcado, el racismo, la heteronormatividad, la misoginia entre otras, han operado como sistemas simbólicos de opresión de las diferencias y se han constituido como dispositivos para establecer una idea “natural” del otro como inferior, anormal o abyecto. Pero también, hay una historia en la que se convive con la generación de nuevos conocimientos, resistencias y construcción de alternativas para responder a esos dispositivos de opresión. Muchas de estas acciones han sido el bastión de la pervivencia de los sujetos diversos en dichos territorios.
En los territorios la ausencia del Estado y las prácticas cotidianas de ilegalidad e informalidad, crearon otras formas – no legales - que develan aspiraciones y expresan la búsqueda de satisfacer necesidades y luchar por el acceso en igualdad a derechos y oportunidades. Hay muchas experiencias que nacieron del seno de las comunidades y hoy son herramientas vitales para la construcción de ciudadanías más incluyentes y plurales, entre ellas podemos resaltar: como ejercicios pilotos para construir verdad • Las asambleas como un espacio para dialogar, concertar, decidir y celebrar juntos. • la construcción de memoria a través de la oralidad y del arte (la música, la danza, la comida). • las relaciones simbólicas con la naturaleza y una concepción del entorno como hábitat - territorio y no como recurso. • la artesanía, las maneras de representar el tiempo, el uso de plantas medicinales. • El trabajo cooperativo y colaborativo. Estas acciones, se han convertido en estrategias deliberativas para construir con los otros y lo otro en una perspectiva horizontal y donde el conocimiento es parte de una construcción colectiva y no de una imposición externa, teniendo su mayor expresión en lo que denominamos: trabajo comunitario.
Al hacer una opción por estas formas de construir verdad, espacios como la “Red Aliada” que articula la sociedad civil en torno al Legado de la Comisión de la Verdad, buscamos, en primer lugar, reconocer la importancia del trabajo comunitario en una perspectiva crítica e intercultural, donde los enfoques poblacionales y diferenciales y la perspectiva intersecciones sirven de cartas de navegación para construir con los otros y desde ellos acciones transformadoras desde lo local, que hagan de la agenda de las recomendaciones una oportunidad de transformar el país.
Para nosotros – en la Red Aliada- la búsqueda de verdad social es un espacio de interrogación, más que de verificación; una oportunidad para interrogar teorías desde realidades particulares y poner en cuestión sistemas de opresión como el capitalismo, el patriarcado, la homofobia; estos mecanismos históricamente los hemos naturalizado, justificado y convertido en asuntos cotidianos problemáticos como por ejemplo la naturalización de violencias hacia las mujeres o hacia personas LGBTI, la permanencia de prácticas racistas, o el clasismo que condena a grandes sectores urbanos y rurales a la precariedad, que son una deuda pendiente en todo el país, pero que en los espacios periféricos están aún en mora de visibilizar.
La verdad social debe concebirse como un ejercicio fundamentado, transformador y sobre todo, participativo. En ese sentido, afirmamos que la verdad es “un ejercicio fundado en la interacción con el otro en un sistema de comprensión social constituido por tres dimensiones: verdad que promueve cambios contextuales, verdad que se construye desde diversas perspectivas sociales y marcos éticos de diversidad. Frente a la verdad y que promueve cambios contextuales, es vital la construcción horizontal de la historia de los sujetos, de sus realidades intersubjetivas, su manera de interpretar su mundo; sin desconocer las dinámicas sociales frente a cómo se ejerce el poder, se controlan los cuerpos, se resiste y se lucha; el análisis de las tensiones y contradicciones es vital para no caer en miradas instrumentaliza- doras del otro.
Consulta el Segundo informe del Comité de Seguimiento y Monitoreo
Este boletín es producido por La Paz Querida con el apoyo del Fondo Multidonante de las Naciones Unidas para el Sostenimiento de la Paz en Colombia-PNUD y Humanity United.
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